domingo, 2 de diciembre de 2012

El convenio de Vergara

Un texto histórico permite una gran diversidad de comentarios, según la orientación que se le dé. Podemos centrarnos en explicar el acontecimiento concreto al que hace referencia, o relacionarlo con una consecuencia posterior, o con las circunstancias en que se desarrolla... Su calidad dependerá de la profundidad de su análisis, y no de la aplicación de unas reglas cerradas: no es un problema a resolver con una estrategia mecánica.

A título de ejemplo incluyo este comentario, uno de los muchos posibles, sobre el texto de la última actividad.

Espartero
El texto recoge una de las varias redacciones que se han conservado del acuerdo al que llegan los generales Espartero (liberal) y Maroto (carlista) en 1839, que supone el principio del fin de la primera guerra carlista. A pesar de su aspecto de texto legal, no pasa de ser un acuerdo privado entre dos mandos de los ejércitos enfrentados, que actúan de manera autónoma, sin haber recibido orden alguna de sus autoridades respectivas (y en el caso de Maroto enfrentado a ellas y totalmente desautorizado por el pretendiente al trono, Carlos de Borbón). El texto muestra, por tanto, la preponderancia que están tomando los militares en la vida política: sólo un año más tarde, Espartero se convertirá en regente.
Se nos ofrecen los cuatro primeros artículos del acuerdo, en los que dominan dos aspectos principales:
Los artículos 2 a 4 (al igual que los posteriores, no incluidos en el texto a comentar) buscan proporcionar una solución personal a los componentes del ejército carlista: podrán líbremente optar entre integrarse en el ejército liberal (asumiendo sus objetivos: se hace referencia expresa a Isabel II y a la Constitución de 1837), o retirarse a la vida privada. En los dos casos se les reconocerá como militares profesionales (y no como facciosos, como se les ha calificado durante la guerra), lo que les hará acreedores a los correspondientes sueldos o pensiones.
Maroto
En cambio, el artículo primero es el único que hace referencia al trasfondo político de la guerra, con la vaga promesa por parte de Espartero de velar por la continuidad de las leyes e instituciones forales de las provincias vasco-navarras. De todos los objetivos políticos carlistas en defensa del antiguo régimen (legitimismo, absolutismo, papel de la religión en la sociedad...), éste será el único que acabará por ser aceptado por los sucesivos regímenes liberales. La importancia que se le da deriva de las circunstancias de este Convenio. Las tropas carlistas implicadas proceden principalmente de Vizcaya y de Guipúzcoa, es decir de las provincias vasco-navarras, que conservaron su identidad política, legal e institucional tras la Guerra de Sucesión (a principios del siglo XVIII), a diferencia de los territorios de la antigua Corona de Aragón, que los perdieron por los Decretos de Nueva Planta.
Es ésta, por tanto la única concesión ideológica por parte del liberalismo triunfante. La propia vaguedad de la promesa ("recomendará con interés...", "oferta de comprometerse formalmente a proponer...") nos muestra sin embargo la oposición que los liberales muestran a todo aquello que rompa con el estado unitario y dentralizado. El propio Espartero, como cabeza de los progresistas, mostrará poco interés en darle cumplimiento, y serán sobre todo los moderados de Narváez (y más tarde los sonservadores de Cánovas), los que acaben por establecer una solución: eliminación de los fueros pero mantenimiento de los privilegios fiscales.
Se debe recalcar, para terminar, que este Convenio o "Abrazo" de Vergara tuvo exclusivamente las consecuencias que perseguía: poner fin a la guerra en la zona vasco-navarra, una guerra que todavía se prolongó varios meses en la zona del Maestrazgo pero que ya estaba virtualmente perdida. Sin embargo, el rechazo carlista al estado liberal se mantendrá, provocando dos nuevas guerras civiles en los siguientes decenios.

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