Un texto histórico permite una gran diversidad de comentarios, según la orientación que se le dé. Podemos centrarnos en explicar el acontecimiento concreto al que hace referencia, o relacionarlo con una consecuencia posterior, o con las circunstancias en que se desarrolla... Su calidad dependerá de la profundidad de su análisis, y no de la aplicación de unas reglas cerradas: no es un problema a resolver con una estrategia mecánica.
A título de ejemplo incluyo este comentario, uno de los muchos posibles, sobre el texto de la última actividad.
Espartero |
El
texto recoge una de las varias redacciones que se han conservado del
acuerdo al que llegan los generales Espartero (liberal) y Maroto
(carlista) en 1839, que supone el principio del fin de la primera
guerra carlista. A pesar de su aspecto de texto legal, no pasa de ser
un acuerdo privado entre dos mandos de los ejércitos enfrentados,
que actúan de manera autónoma, sin haber recibido orden alguna de
sus autoridades respectivas (y en el caso de Maroto enfrentado a
ellas y totalmente desautorizado por el pretendiente al trono, Carlos
de Borbón). El texto muestra, por tanto, la preponderancia que están
tomando los militares en la vida política: sólo un año más tarde,
Espartero se convertirá en regente.
Se
nos ofrecen los cuatro primeros artículos del acuerdo, en los que
dominan dos aspectos principales:
Los
artículos 2 a 4 (al igual que los posteriores, no incluidos en el
texto a comentar) buscan proporcionar una solución personal a los
componentes del ejército carlista: podrán líbremente optar entre
integrarse en el ejército liberal (asumiendo sus objetivos: se hace
referencia expresa a Isabel II y a la Constitución de 1837), o
retirarse a la vida privada. En los dos casos se les reconocerá como
militares profesionales (y no como facciosos, como se les ha
calificado durante la guerra), lo que les hará acreedores a los
correspondientes sueldos o pensiones.
Maroto |
En
cambio, el artículo primero es el único que hace referencia al
trasfondo político de la guerra, con la vaga promesa por parte de
Espartero de velar por la continuidad de las leyes e instituciones
forales de las provincias vasco-navarras. De todos los objetivos
políticos carlistas en defensa del antiguo régimen (legitimismo,
absolutismo, papel de la religión en la sociedad...), éste será el
único que acabará por ser aceptado por los sucesivos regímenes
liberales. La importancia que se le da deriva de las circunstancias
de este Convenio. Las tropas carlistas implicadas proceden
principalmente de Vizcaya y de Guipúzcoa, es decir de las provincias
vasco-navarras, que conservaron su identidad política, legal e
institucional tras la Guerra de Sucesión (a principios del siglo
XVIII), a diferencia de los territorios de la antigua Corona de
Aragón, que los perdieron por los Decretos de Nueva Planta.
Es
ésta, por tanto la única concesión ideológica por parte del
liberalismo triunfante. La propia vaguedad de la promesa ("recomendará con interés...", "oferta de comprometerse formalmente a proponer...") nos muestra sin embargo la oposición que los liberales muestran a todo aquello que rompa con el estado unitario y dentralizado. El propio Espartero, como cabeza de los progresistas, mostrará poco interés en darle cumplimiento, y serán sobre todo los moderados de Narváez (y más tarde los sonservadores de Cánovas), los que acaben por establecer una solución: eliminación de los fueros pero mantenimiento de los privilegios fiscales.
Se debe recalcar, para terminar, que este Convenio o "Abrazo" de Vergara tuvo exclusivamente las consecuencias que perseguía: poner fin a la guerra en la zona vasco-navarra, una guerra que todavía se prolongó varios meses en la zona del Maestrazgo pero que ya estaba virtualmente perdida. Sin embargo, el rechazo carlista al estado liberal se mantendrá, provocando dos nuevas guerras civiles en los siguientes decenios.
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